X Día

"¿Y se puede saber hasta cuando piensa usted que podemos estar en este ir y venir del carajo?"

Con el mismo impulso de sortear los escollos del corazón que llevaban a la protagonista de mi libro a embarcarse de forma purificadora, el fin de la lectura de una novela cíclica y necesaria, coincidía con el último día de este ir y venir del carajo por la costa americana para zarpar finalmente hacia el viejo mundo.

Hay lecturas que sólo se pueden hacer a determinada edad, cuando ya los sinsabores de de la vida nos hacen ver con ternura la sabiduría del desengaño y soportar su entramado de historietas secundarias sin la ansiedad de una narración tan febril como sus amores. Hay libros que no podrían ser leídos por sus protagonistas. No al menos en según qué etapa de sus vidas, so pena de caer bien el en tedio, bien en lapidarias predestinaciones.

El escritor, este en concreto, adora recrearse en las más fervorosas pasiones de sudores y sufrimientos indescriptibles, pero que él lleva al papel con todo el humor y el dramatismo latinoamericano que yo un día encontré y en el que juro no volver a caer durante algún tiempo con el mismo ímpetu que sus personajes proclaman sus más firmes determinaciones. Promesa que romperé con idéntica gracia y despropósito que ellos.

En cualquier caso, insisto, fue una escritura vieja sobre almas jóvenes lo que impidió mi lectura joven a fuego lento. Hoy, diez años después, cerré la última página de una historia, de un destino, de unos afectos, de una ilusión y por desgracia de un humor que ya no más me sacará el brillo en los ojos, sino una sonrisa de amapolas rojas. Flores hermosas de lejos, pero frágiles e inconsistentes de cerca.