La razón de la sinrazón

La razón de la sinrazón

Hay gente que tiene el mal gusto de comentar que aquello que se le está argumentando está motivado por la emoción. Hablas desde la emoción, dicen. O, lo que dices, lo dices desde el corazón, no con la cabeza. ¡Qué falta de respeto! ¿Cómo se puede ser tan insultante sin saberlo?

Y así, sordos a cualquier razonamiento, sentencian a su interlocutor desde la misma emocionalidad ciega que reprorchan. Gente de poco seso, falta de estilo, qué mal gusto de verdad.

¿Acaso no todos hablamos desde la emoción? ¿Acaso no a todos nos mueven las emociones desde el momento mismo de escoger el tema de nuestro análisis? ¿O es que alguien cree aún en la objetividad, pureza e imparcialidad de algún ser en esta tierra? ¡Qué de raro tiene! ¿Qué de raro tiene y qué de malo tiene si la argumentación puede ser aceptable, aceptada, o discutida?

¿O es que debiéramos adentrarnos en las motivaciones emocionales de semejantes comentarios? Pues yo afirmo aquí, con la misma condena, que los seres que esas cosas escupen a los demás, es porque han llegado al punto de que alguna fibra sintiente ha sido tocada y así reaccionan, mirándose al espejo.

Solo que algunos podemos reconocer nuestras pasiones con más dignidad o naturalidad que otros, pero ¡por supuesto que todos hablamos desde los sentimientos! Cree la razón que por buscar la bondad universal está exenta de emanar de una fuente de esas que provocan el llanto y la alegría. Cree la razón que de esa fuente solo aflora el odio y el miedo y cree que nunca se mezclan las aguas. Cree la razón que puede observar, seca y sin mojarse, el chapoteo ajeno. Qué falta de seso y que falta de tacto, que este relativismo tan básico sea el más ignorado por las gentes que más dicen beber de él.

¿Y tu qué?¿Cuál es tu motivación emocional para cortar la conversación de esta forma? ¿Qué sentimiento te lleva a destruir el hilo argumentativo de esta manera? ¿Te quedaste sin alegaciones o cual el motivo de esta destrucción, de esta lapidación? ¿Hemos de tumbarnos en divanes psicológicos o podemos avanzar en lo que estábamos hablando?

Ahora sí que sí, con todo mi corazón, aviso que estoy hasta muy arriba de la cabeza de estos comentarios pendejos.

XI Día

“No había nadie con más sentido práctico, ni picapedreros más empecinados ni gerentes más lúcidos y peligrosos que los poetas”

Después de diez días tonteando con la costa brasileña, parece que al al fin partiremos rumbo a la costa africana. Tonteando en todos los sentidos, por lo de bailarle el agua al comercio del cíclope, pero sobre todo por lo de hacer el tonto y perder el tiempo.

X Día

"¿Y se puede saber hasta cuando piensa usted que podemos estar en este ir y venir del carajo?"

Con el mismo impulso de sortear los escollos del corazón que llevaban a la protagonista de mi libro a embarcarse de forma purificadora, el fin de la lectura de una novela cíclica y necesaria, coincidía con el último día de este ir y venir del carajo por la costa americana para zarpar finalmente hacia el viejo mundo.

Hay lecturas que sólo se pueden hacer a determinada edad, cuando ya los sinsabores de de la vida nos hacen ver con ternura la sabiduría del desengaño y soportar su entramado de historietas secundarias sin la ansiedad de una narración tan febril como sus amores. Hay libros que no podrían ser leídos por sus protagonistas. No al menos en según qué etapa de sus vidas, so pena de caer bien el en tedio, bien en lapidarias predestinaciones.

El escritor, este en concreto, adora recrearse en las más fervorosas pasiones de sudores y sufrimientos indescriptibles, pero que él lleva al papel con todo el humor y el dramatismo latinoamericano que yo un día encontré y en el que juro no volver a caer durante algún tiempo con el mismo ímpetu que sus personajes proclaman sus más firmes determinaciones. Promesa que romperé con idéntica gracia y despropósito que ellos.

En cualquier caso, insisto, fue una escritura vieja sobre almas jóvenes lo que impidió mi lectura joven a fuego lento. Hoy, diez años después, cerré la última página de una historia, de un destino, de unos afectos, de una ilusión y por desgracia de un humor que ya no más me sacará el brillo en los ojos, sino una sonrisa de amapolas rojas. Flores hermosas de lejos, pero frágiles e inconsistentes de cerca.

IX Día

Casi me engullen las arenas de un manglar de aquello que yo creí una inocente playa donde dar los últimos pasos en tierra antes de iniciar la definitiva travesía trsatlántica. Y tanto que pudieron ser últimos los pasos, y tanto que pudo ser el viaje definitivo, que perdí hasta el calzado y hube de regresar al barco a pié descubierto y enlodado. Hasta la tierra intenta subyugarme para que no abandone por siempre jamás estos parajes, en esta maRdiSión, que ya parece un gastigo gitano.

VIII Día

“Las heces se secaban al sol, se convertían en polvo, y eran respiradas por todos con regocijos de pascua en las frescas y venturosas brisas de diciembre”

Las dimensiones de un puerto, sus contenedores apilados, sus grúas de escándalo y sus barcos de infinitos estómagos, dan la sensación de que la verdadera economía mundial se cuece en estos lugares dejados de la mano de dios. La cantidad de exportaciones e importaciones acumuladas en el muelle más remoto, sus irregulares formas y pesadas moles movidas por la más puntera tecnología industrial, nos remiten a un pensado e intensísimo mercado internacional de una cruda realidad, tan intensa y a veces maloliente como los restos putrefactos de las aves que acechan a los cargueros de cereales.

VII Día

No me extraña que Fermina Daza no quiera saber nada de carta alguna y se niegue a leer las últimas líneas de Jeremiah de Saint-Amour.

Nochebuena a bordo. No deja de tener cierto encanto ese romanticimo pupular del andar de puerto en puerto, de esa piel curtida al sol y de esa sonrisa que parece que no se les borra a ninguno de los profesionales que se dedican a esto. Desconociendo aún lo que es pasar muchos días en alta mar, es de suponer que la llegada a tierra, sea la que sea, provoca un entusiasmo que va más allá de sus puertos y recorre las calles de la ciudad o del pueblo que toque en busca de mercados y otras alegrías que hoy se traducen en la más moderna necesidad de internet y en la más antigua vida noctura.

VI Día

“Tropezaba con todo: su espíritu renovador, su civismo maniático, su sentido del humor retardado en una tierra de guasones inmortales, todo lo que eran en realidad su virtudes más apreciables suscitaba el recelo de sus colegas mayores y las burlas solapadas de los más jóvenes.”

No habrá paz hasta que no nos alejemos de una vez y por siempre de las costas del cíclope. Me las prometí muy felices cuando me libré de la frontera terrestre, pero como uma maldición sin fin, el agua me habría de llevar aún de regreso a la tierra del mal.

V Día

Carga eres y en carga te convertirás. Las intensas y estrictas comidas de más de tres platos, acompañadas por ciertas hostilidades de la más alta jerarquía de la tripulación, se asemejan al cuento de Hansel y Gretel. Mucho engorde, poca movilidad y quién sabe qué destino.

Los primeros roces de la convivencia empiezan a aflorar tras la emoción inicial. Al intento de todos por tener la fiesta en paz, y al buen ambiente creado entre los pasajeros, no les acompaña la misma predisposición de algunos de los profesionales de a bordo, convencidos de que el barco es un carguero y nada se puede reclamar, ni esperar. En cualquier caso, esperamos bajar en el próximo puerto para comprar alguna silla portátil donde descansar en cubierta, pues la compañía no ha previsto ni el número de asientos suficientes para el numero de pasajeros al que vende sus servicios. Con muy poco podría mejorar mucho nuestra situación a bordo, si a una pequeña comodidad exterior le sumasen una información más detallada de las fechas de llegada a los puertos. Nos enteramos por el último mono y a última hora. Lo que ha dejado a más de uno con las ganas de visitar la injusta ciudad olímpica. El acceso al puente está vetado y la sala de máquinas aguarda a que lleguemos al Atlántico para poder ser visitada. En zona de costa sólo nos queda observar las maniobras de los barcos remolcadores, “aparcando” una mole de estas dimensiones.

IV Día

Llegada a la injusta ciudad olímpica. Nada más que decir. No habrá aquí ni un solo registro de su entrada por mar ni en imágenes ni en lirismo alguno.

III Día

"Mientras lo pensaba escribía dos pliegos más antes de acostarse de modo que la carta original fue convirtiéndose en un diccionario de requiebros, inspirados en los libros que había aprendido de memoria de tanto leerlos en las esperas del parque"

Escuchada de cerca, pero de muy cerca, la sirena de un barco es un sonido gutural, orgánico, animal, como un gran mamífero agonizante. Y más en un simulacro de emergencia y abandono. El sonido de las sirenas en medio del océano impresiona. Correr a la parte más elevada, sentir la violencia de un viento que no conoce obstáculos agitando tus ropas y cabellos mientras te aferras al saco con el traje térmico y te subes al bote salvavidas, impresiona, por mucho simulacro que sea.

Por cierto que a mis detractores de rechufla diré que el traje térmico se ha incorporado a las medidas de seguridad y consta, con un salvavidas y un casco, como el equipaje de emergencia que hay en las pertenencias de cada pasajero. Es muy bonito y muy rojo mi traje térmico, y tiene una cuerda en el brazo izquierdo para que en caso de caer todos al mar nos agarremos en círculo cual corro de la patata. Y digo yo, si, ahora que aún surcamos aguas brasileñas, o cuando lleguemos al ecuador, no podríamos hacer un simulacro de caída al agua... patos!

II Día

"Aquel engaño fue providencial para ambos porque los puso a salvo de la compasión"

Las rutinas de abordo pronto desvelan el frío desengaño de todo romanticismo y el arte de la evocación en medio de lo imposible. Quizás sea eso, quizás simplemente la disciplina de madrugar y los recuerdos de los entresijos de un Octubre Rojo con sus pasillos angostos, su laberinto de puertas, sus sonidos metálicos y su avalancha de instrucciones en el inglés de los acentos italiano e indio de la tripulacion. A los que se suman unos pasajeros alemanes, compañeros de viaje y de estrictos horarios, cuya entonación deja más un sabor a guerra fría si cabe.

Encontré un salvavidas para la convivencia: el futbolín. Después de instruir a toda la tropa alemana en el arte del juego de muñeca, hemos hallado un punto de encuentro para soltar todas las risas fáciles de nuestras bobas conversaciones.

I Día

"Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recodaba siempre el destino de los amores contrariados."

Las almendras ciertamente saben a amores difíciles, pero la intensidad del rechazo de morder una amarga no puede ser comparable con ningún tipo de amor... sino fuese del odio, que disque emana del mismo lugar.

Con la misma ansiedad de expulsar el fruto podrido de la boca, dejé atrás la frontera brasileña para adentrarme en los inciensos de las calles buonarenses. Un respirar que acabó enfermándome en una extraña mezcla de olores fugaces e imprevistos, calor, contaminación, la sombra del dengue acechando en la avalancha de mosquitos, y quizás la ansiedad de partir hacia el mar en busca de nuevos aires. A pesar de la hermosa ciudad que surca la cuadrícula céntrica de la capital argentina, donde se puede descansar a gusto de medio continente, la espera se hizo prolongada evocando siempre antiguos viajes de antiguas paciencias que el mundo moderno parece haber superado echándose a volar.

La avenida de los inmigrantes culmina hoy en la terminal de cruceros a donde llegan y de dónde se van las más altas élites de elípticos estómagos. Y allí donde otrora las mantas humedecidas trajeron a millares de los antepasados que hoy reciben a estos huéspedes actuales, allí culminó también el último escalón de este viaje de regreso. De este subirse a un monstruo desconocido de desconocidas dimensiones, con desconocidos acompañantes y más incierta travesía. De este anhelo de supervivencia, quizás el más placentero, el del regreso a lo amado.

Resumo Brasil Meio Ambiente

I Pre Cimeira do Clima Copenhagem 2009

"Brasil desempenha um papel fundamental no debate sobre o clima global, como é atualmente o quarto maior emissor de gases com efeito de estufa (GEE) do planeta. Além disso, o Brasil está em uma posição importante no combate às alterações climáticas, estando entre as 10 maiores economias do mundo, é o quarto maior emissor de CO2. O desmatamento e o mau uso da terra, principalmente na Amazônia, é responsável por 75 por cento das emissões brasileiras de GEE. A destruição da floresta amazônica libera mais de 800 milhões de toneladas de dióxido de carbono a cada ano. O Brasil precisa se comprometer a metas de redução de gases de efeito estufa, eliminar o desmatamento da Amazônia até 2015, promover as energias renováveis e eficiência energética e implementação de uma rede de áreas marinhas para proteger os oceanos." Greenpeace, 16 de janeiro de 2009

E é nesse contexto que devemos entender, por exemplo, a entrevista ao atual ministro brasileiro Carlos Minc na revista Teoria e Debate, salientando o estabelecimento das metas de redução do desmatamento; o Plano Nacional de mudanças climáticas; e a aposta em tecnologias limpas. Isto é, lembrando as teorias do mainstream: uma questão de melhoramento das tecnologias, planejamento adequado e negociação internacional.

A outra cara, porem, de implicação da sociedade, se bem citada por muitos, é mais latente nas palavras de Paulo Brack. A solução, mais profunda, uma sociedade bem diferente: "Um novo modelo tal vez deva ser o da compatibilidade do progresso econômico da desacumulaçao, o que verdadeiramente é mais ecológico. O desapego à sociedade de consumo e acumulação é a postura mais justa e verdadeira" destaca o professor universitário da Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Assim, para entender a possível aportaçao brasileira, genuína, ao problema global sobre meio ambiente, deveria ser feita uma análise sincera sobre sua sociedade, suas pautas de consumo e seus modelos de vida. Certamente o denominado "poscapitalismo" onde outros valores começam a ser considerados, é uma corrente ainda longe das sociedades em pleno processo de "capitalização" onde o incipiente progresso ainda passa pelas etapas dum anseio de consumo desmedido...

“Mas será que os pobres não têm direito a se capitalizar?” é uma questão muitas vezes levantada, neste cruzamento de acusações do contexto internacional. Certamente, uma demanda legitima. Se não fosse por ir da mão duma corrente de pensamento (moralizante) completamente oposta.

Assim, tradições políticas se vêm envolvidas no meio do debate ecológico obscurecendo os objetivos globais e entrando na luta do “quem tem mais direito a poluir”. A acusação aos países mais ricos, não só de máximos poluidores, senão de sociedades que culpabilizam aos mais pobres dos problemas globais ambientais a que nos enfrentamos (especialmente marcado pelos desafios demográficos que fazem o nosso crescimento insustentável, sendo que as máximas expressões desta crescida se encontram em países menos desenvolvidos), tem outra face da moeda. Se se pretender revelar tendências xenófobas ou racistas no seio das sociedades mais desenvolvidas, num termo, quiçá exagerado, de eco-fascismo, a versão oposta existe nos países em vias de desenvolvimento, naquele que poderia ser igualmente batizado de eco-marxismo.

Mas não o marxismo teórico, senão suas expressões práticas, por todos conhecidas, e seu reducionismo mais populista: "a culpa é dos ricos". Se pretendermos achar o reflexo dos totalitarismos europeus em atitudes atuais de rejeição ao crescimento de determinadas populações... o reflexo dos totalitarismo marxistas é ainda mais evidente, na sua amplitude quantitativa, presente nas correntes de pensamento dos países em vias de desenvolvimento. Pois, se algo tem em comum os fascismos e marxismos do século XX e terem sido classificados precisamente como totalitarismos pelas suas características similares: o pensamento único, o seu reducionismo analítico, a sua débil crítica (autocrítica e aceitação da alheia)... e o seu perigoso expansionismo.

Assim, entrando na linha das analogias históricas, pense-se num povo com um marcado ressentimento, somem-se umas ânsias de progresso desmedido, e um forte nacionalismo. Pense-se uma sociedade com marcadas características racistas e segregação social. Uma ultima observação, geralmente comum, uma religiosidade sem fissuras. Qualquer historiador veria o potencial destrutivo desta combinação. E depois de achar os seus paralelismos na história, continue sem se temer aos novos gigantes emergentes.

Especialmente a nível meio ambiental, o potencial destrutivo dessas ânsias de desenvolvimento deixam em evidência a legitimidade moral que reclamam. E revelam uma maior complexidade nas políticas de desenvolvimento. Veja-se o exemplo do mercado de crédito de carbono onde esse "eco-marxismo" dos "ricos culpados e poluidores" não revela que os três principais países beneficiários de dito mercado (China, Índia e Brasil) são responsáveis por quase o 30% das emissões de CO2 do planeta.

O seguimento da tendência dos países mais desenvolvidos à redução de emissões, e da tendência dos países emergentes ao aumento delas, costuma ficar oculto numa fácil acusação moral. Enquanto suas sociedades praticam a mais brutal forma capitalista de acumulação de riqueza e consumo.

Isto se revela com clareza nas palavras de Paulo Brack quando perguntado sobre o papel do Brasil na conferência de Copenhague. Lembrando o exercício de historia anterior: progresso desmedido e nacionalismo.

"O Brasil, representado pelo seu governo, considera que as soluções para a redução dos gases de efeito estufa, como o CO2 e o metano, poderiam interferir no seu desenvolvimento" resume Brack, acrescentando mais adiante na sua entrevista: "o governo de Lula já demonstrou por inúmeras vezes que somente atua nas demandas ambientais muito mais ambicionado numa visibilidade internacional".

Entendendo nacionalismo, não a necessidade de pertença a um grupo (quiçá intrínseca no ser humano), mas sim os graus de distanciamento entre a construção de um imaginário coletivo e a realidade. Essa gradação que, nos casos notórios, revela o que poderíamos considerar um acentuado nacionalismo. E que no caso brasileiro se observa perfeitamente de forma simbólica no slogan escolhido pelo presidente para apresentar a candidatura à cidade olímpica: "a cidade mais feliz do mundo". A construção de uma imagem internacional por cima das realidades económico-sociais e a visão, não global, mas sim em escala nacional dos problemas meio ambientais, se observa também nas palavras do Brack: "Estamos destruindo a floresta amazônica e o cerrado, emitimos GEE (...) Mas a pauta agora é a Copa do Mundo e as Olimpíadas."

Qual a função do Brasil a nível internacional? Qual a função dos chamados países “emergentes”? O que emerge realmente? Alguma novidade? O que esperar de uma sociedade que sataniza na teoria e imita na prática os maiores excessos do mesmo modelo?

II Pos Cimeira do Clima Copenhagem 2009

Simplificando de uma forma pedagógica, quiçá inecessaria, há duas ações diferenciadas para entender grande parte das negociações internacionais em matéria de meio ambiente: a emissão de gases de efeito estufa, e a elaboração de projetos substitutivos da emissão de ditos gases. Em base a esta separação, o protocolo de Kyoto estabeleceu uma forma de medir os países separando-os em quotas poluentes (graus de emissão de gases) e estabelecendo um mercado, denominado mercado de créditos de carbono, onde os projetos substitutivos da emissão dos ditos gases podiam ser comprados pelos países que superassem suas quotas para equilibrar matematicamente suas emissões permitidas. Desta forma se separaram os países do planeta em poluidores compradores de créditos carbono, e menos poluidores potenciais vendedores de projetos de sustituição desses gases. Esta separação é relevante para a conjuntura atual por vários aspetos:

Por um lado, esta separação conceitual entre emissão de gases e projetos substitutivos da emissão deles, é fundamental para entender a postura Brasileira. O Brasil atingiu atualmente quotas de emissão dos países industrializados, e por tanto levou para a cimeira suas propostas de redução de gases. Mas em paralelo, a expressão “se quiserem conservar a Amazônia, paguem” responde à filosofia do protocolo de Kyoto entendendo a manutenção de uma mata vegetal como um projeto quantificável no mercado de créditos de carbono. Isto é, uma árvore pode-se resumir em duas atitudes: a combustão de dita árvore produz X CO2, e sua não combustão substitui X quantidade de emissão de CO2, tal qual um projeto eólico, solar, etc. Concretizando, a Amazônia é o principal ativo do Brasil, sumidouro natural para as emissões do planeta. A posição é clara: se o mundo quer-se beneficiar do efeito de sumidouros, deve pagar. Em troca, o Brasil está oferecendo cortar as emissões em cerca de 40% em 2020, e o desmatamento da Amazônia em 80%.

Por outro lado, o facto de estabelecer duas listas imobilizou os graus de poluição, ou a presunção de poluição, de uns e de outros. A realidade, alguns lustros apos o protocolo de Kyoto, é que três países monopolizam o mercado de créditos de carbono, sendo que alcançaram quotas de emissão dos países da primeira lista. O caso da China é o mais chamativo, mas a acompanham Índia e Brasil. Ao longo da cimeira ver-se-iam os movimentos políticos negociadores em duas direções: a defesa do atual statu quo de Kyoto, para os mais beneficiados por ele, e a tentativa de atualização dos países mais desenvolvidos.

O decorrer das negociações em Copenhague mostrou a dificuldade para chegar a um encontro. Em artigo durante a cimeira, Compromissos em Copenhague: ¿nos obligan o no?, o ex-presidente de Chile, Ricardo Lagos, explicava com clareza os motivos do bloqueamento, isto é, alcançar um acordo jurídico vinculante, ou uma simples declaração de compromissos políticos. Este temor levou a uma reivindicação dos países africanos que chegaram a se ausentar simbolicamente das negociações reclamando um regresso ao protocolo de Kyoto, na tentativa de obter uma vinculação como resultado final. Mas o problema está, como assinalava Lagos, em que “la clasificación realizada en Kyoto entre Países Anexo I y Países no-Anexo I, responde a una realidad histórica, tecnológica y económica que ha cambiado drásticamente a lo largo de la última década. La China, India y Brasil de hoy, no son la China, India y Brasil de hace 12 años”. Explica o ex Presidente “los Países no-Anexo I rechazan revisar esta categorización. De esta manera, se niegan a que ciertos países en vías de desarrollo queden fuera de esta categoría y que, por lo tanto, se vean obligados a reducir sus emisiones de dióxido de carbono. China es uno de estos países.

Estes três gigantes (emergentes?) lideram a representatividade de outros países com que já nada ou pouco partilham no referente a níveis de poluição ambiental. Reuniram-se com anterioridade a Copenhague para uniformizar posturas, numa tentativa de unidade que se veria debilitada durante a cimeira, ou ao menos questionada, naquilo que é uma união já não natural. A contribuiação econômica ao fundo para os países menos desenvolvidos, iniciada pelos compromissos europeus, a que aspiravam muitos pertencentes ao denominado G77, seria a ferramenta dos Estados Unidos para pressionar a posição da China. O país norteamericano oferecia importantes somas em troca duma maior transparência do país asiático, trasladando-lhe a pressão e ameaçando a unidade dum grupo onde a maioria ambiciona uns recursos econômicos que podem estar comprometidos pela posição de alguns dos componentes do próprio grupo. Transparência, alias, pedida também pelos países europeus onde algumas vozes reclamam o mesmo estrito seguimento internacional a que a UE se submete na avaliação dos seus níveis de poluição (dando a entender que outras quantidades estariam sobre a mesa se alguns países não fizessem os seus reportes quando e como lhes convém…)

E é aqui onde a delegação brasileira, faraónicamente presente na cimeira, poderá também jogar um papel relevante, na tentativa de manter: por um lado a sua “representação dos mais pobres”; e por outro o diálogo com os “menos pobres dos mais pobres” para evitar uma ruptura.

A força política do Brasil está na polarização entre poluidores ricos e não poluidores pobres, mas… como manter a representatividade dum grupo pertencendo ao contrário? Certo populismo político de alguns parceiros (“si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado” gritava um dirigente latinoamericano) ajuda facilmente a essa polarização, ao mesmo tempo que a comprometem os excessos da China. A chave estará em encaminhar o parceiro asiático e manter o escudo africano dos mais pobres para fazer mais dinheiro.

Resumen Brasil Medio Ambiente

I Pre Cumbre del Clima Copenhage 2009

“Brasil juega un papel fundamental en el debate global sobre el clima, al ser actualmente el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero del planeta. Además, ocupa una posición importante en el combate a las alteraciones climáticas al estar entre las 10 mayores economías del mundo. La deforestación y el mal uso de la tierra, sobre todo en la Amazonia, son responsables por el 75% de las emisiones brasileñas. La destrucción de la Amazonia libera más de 800 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. Brasil necesita comprometerse con las metas de reducción de gases de efecto invernadero, eliminar la deforestación de la Amazonia hasta 2015, promover las energías renovables y alternativas y establecer una red de áreas marinas para proteger los océanos”. Greenpeace, 16 de enero de 2009.

En este contexto debemos entender, por ejemplo, la entrevista al actual ministro brasileño Carlos Minc en la revista Teoría y Debate, resaltando la fijación de las metas de reducción de la deforestación, el plan nacional del cambio climático y la apuesta por las tecnologías limpias. Esto es, recordando a las teorías del mainstream, el problema se resume a: una cuestión de mejora de las tecnologías, planificación adecuada y negociación internacional.

Sin embargo, la otra cara del problema, que implica a la sociedad, aunque citada por muchos, es más evidente en las palabras de Paulo Brack. La solución más profunda está en una sociedad muy distinta: “Un nuevo modelo tal vez deba ser el que compatibilice el progreso económico con la desacumulación, lo que es realmente más ecológico. El desapego a la sociedad de consumo y de la acumulación es la postura más justa y verdadera” destaca el profesor universitario de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Así, para entender una hipotética aportación genuína brasileña al problema global sobre el medio ambiente, debería hacerse un análisis sincero sobre su sociedad, sus pautas de consumo y sus modelos de vida. Seguramente, el denominado “poscapitalismo” donde otros valores empiezan a considerarse, es una corriente aún lejana de las sociedades en pleno proceso de “capitalización” donde el incipiente progreso pasa aún por etapas de un anhelo de consumo desmedido…

“¿Pero no tendrán los pobres derecho a capitalizarse?”, pregunta frecuentemente cuestionada en este cruce de acusaciones del contexto internacional. Efectivamente, una demanda legítima. Si no fuese porque va de la mano de una corriente de pensamiento (moralizante) completamente opuesta.

Así, algunas tradiciones políticas se mezclan en el debate obscureciéndo los objetivos globales en esta lucha del “quién tiene más derecho a contaminar”. La acusación a los países más ricos, no sólo de máximos contaminadores, sino de sociedades que culpan a los más pobres de los problemas globales ambientales a los que nos enfrentamos (especialmente marcados por los desafíos demográficos que hacen insostenible nuestro crecimiento, siendo que las máximas expresiones de este crecimiento están en los países menos desarrollados), tiene otra cara de la moneda. Si se pretenden revelar tendencias xenófobas o racistas en el seno de las sociedades más desarrolladas, en una expresión, quizás exagerada, de eco-fascismo, la versión opuesta existe en los países en vías de desarrollo en aquel que podría ser igualmente bautizado como eco-marxismo.

Pero no el marxismo teórico, sino sus expresiones más prácticas, por todos conocidas, y su reduccionismo más populista: “la culpa es de los ricos”. Si pretendemos hallar el reflejo de los totalitarismo europeos en actitudes actuales de rechazo al crecimiento de determinadas poblaciones… el reflejo de los totalitarismos marxistas es aún más evidente, en sus proporciones cuantitativas, en las corrientes de pensamiento de los países en vías de desarrollo. Pues, si algo tienen en comun los fascismos y los marxismos del S.XX es haber sido clasificados precisamente como totalitarismos por sus características similares: el pensamiento único, su reduccionismo analítico, su débil crítica (autocrítica y aceptación de la ajena)… y su peligroso expansionismo.

Así, entrando en la línea de las analogías, piénsese en un pueblo de un marcado resentimiento, súmensele unas ansias de progreso desmedido y un fuerte nacionalismo. Piénsese en una sociedad con marcadas características racistas y segregación social. Una última observación, generalmente común, una religiosidad sin fisuras. Cualquier historiador vería el potencial destructivo de esta combinación. Y después de hallar sus paralelismos en la historia, continúese sin temer a los nuevos gigantes emergentes.

Especialmente a nivel medioambiental, el potencial destructivo de estas ansias de progreso dejan en evidencia la legitimidad moral que reclaman y revelan una mayor complejidad en las políticas de desarrollo. Véase por ejemplo el mercado de créditos de carbono donde ese “eco-marxismo” de los “ricos-contaminadores” no revela que los tres principales países beneficiarios de dicho mercado (China, India y Brasil) son los responsables por casi el 30% de las emisiones de CO” del planeta.

La tendencia de los países más desarrollados a la reducción de emisiones, y la tendencia de los países emergentes a aumentarlas, suele quedarse oculta en una fácil acusación moral. Mientras tanto sus sociedades practican la más brutal forma capitalista de acumulación de riqueza y consumo.

Esto se revela claramente en las palabras de Paulo Brack cuando preguntado por el papel de Brasil en la conferencia de Copenhague. Recordando el ejercicio de historia anterior: progreso desmedido y nacionalismo.

“Brasil, representado por su gobierno, considera que las soluciones para la reducción de los gases de efecto invernadero, como el CO2 y el metano, pueden interferir en su desarrollo” resume Brack, añadiendo más adelante: “el gobierno de Lula ya ha demostrado en numerosas ocasiones que solamente actua ante las demandas ambientales por la visibilidad internacional”.

Entendiendo nacionalismo, no como la necesidad de pertenencia a un grupo (quizás intrínseca al ser humano), pero sí los grados de distanciamiento entre la construcción de un imaginario colectivo y la realidad. Esta graduación, que en los casos más notables, revela lo que podríamos considerar un acentuado nacionalismo. Y que en el caso brasileño se observa perfectamente de forma simbólica en el eslogan escojido por su presidente para presentar la candidatura a ciudad olímpica: “la ciudad más feliz del mundo”. La construcción de una imagen internacional por encima de las realidades económico-sociales y la visión, no global, pero sí en escala nacional de los problemas medioambientales, se observa también en las palabras de Brack: “Estamos destruyendo la Amazonia y el cerrado, emitimos gases de efecto invernadero (…) pero la pauta ahora es la copa del mundo y las olimpiadas”.

¿Cuál es la función de Brasil a nivel internacional? ¿Cual la función de los llamados países emergentes? ¿Qué emerge relamente? ¿Alguna novedad? ¿Qué esperar de una sociedad que sataniza en la teoría e imita en la práctica los mayores excesos del mismo modelo?


II Pos Cumbre del Clima Copenhage 2009

Simplificando, de una forma pedagógica, innecesaria quizás, hay dos acciones diferenciadas para entender gran parte de las negociaciones internacionales en materia de medio ambiente: la emisión de gases de efecto invernadero; y la elaboración de proyectos subsitutivos de la emisión de dichos gases. En base a esta separación, el protocolo de Kyoto estableció una forma de medir a los países separándolos en cuotas contaminantes (grados de emisión de gases) y estableciendo un mercado, denominado mercado de créditos de carbono, donde los proyectos substitutivos de la emisión de dichos gases podrían ser comprados por los países que superasen sus cuotas para equilibrar matemáticamente sus emisiones permitidas. De esta forma se separaron los países del planeta en contaminadores compradores de créditos de carbono, y menos contaminadores, potenciales vendedores de proyectos de sustitución de dichos gases. Esta separación es relevante para la coyuntura actual por varios aspectos:

Por un lado, esta separación conceptual entre emisión de gases y proyectos sustitutivos de la emisión de los mismos, es fundamental para entender la postura brasileña. Brasil ha alcanzado actualmente cuotas de emisión de los países industrializados, y en ese sentido llevó a la conferencia sus propuestas de reducción. Pero en paralelo, la expresión “si quieren conservar la Amazonia, que paguen” responde a la filosofía del protocolo de Kyoto, entendiendo la conservación de una masa vegetal como un proyecto cuantificable en el mercado de créditos de carbono. Es decir, un árbol puede resumirse en dos actitudes: su combustión produce X CO2, y su no combustión substituye X cantidad de emisión de CO2, a semejanza de un proyecto solar, eólico, etc. Concretando, la Amazonia es el principal activo de Brasil, sumidero natural de las emisiones del planeta. La postura es clara: si el mundo se quiere beneficiar de este sumidero, debe pagar. A cambio Brasil ofrece cortar sus emisiones alrededor de un 40% y la deforestación de la Amazonia en un 80% hasta 2020.

Por otro lado, el hecho de establecer dos listas inmobilizó los grados de contaminación, o la presunción de contaminación, atribuibles a unos y a otros. La realidad es que, algunos lustros después del protocolo de Kyoto, tres países monopolizan el mercado de créditos de carbono, habiendo alcanzado cuotas de emisión de los países de la primera lista. El caso de China es el más llamativo, pero la acompañan India y Brasil. A lo largo de la conferencia se verían movimientos negociadores en dos direcciones: la defensa del actual statu quo de Kyoto por los más beneficciados por él, y el intento de actualización de los países más desarrollados.

El rumbo de las negociaciones en Copenhague mostró la dificultad para llegar a un acuerdo. En un artículo durante la conferencia, Compromisos de Copenhague: ¿nos obligan o no?, el ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, explicaba claramente los motivos del bloqueo, esto es, alcanzar un acuerdo jurídico vinculante o una simple declaración de compromisos politicos. Este temor llevó a la reivindicación de algunos países africanos que llegaron a ausentarse simbólicamente de la mesa de negociación reclamando un regreso al protocolo de Kyoto en el intento de obtener una vinculación como resultado final. Pero el problema radica, como señalaba Lagos, en que “la clasificación realizada en Kyoto entre Países Anexo I y Países no-Anexo I, responde a una realidad histórica, tecnológica y económica que ha cambiado drásticamente a lo largo de la última década. La China, India y Brasil de hoy, no son la China, India y Brasil de hace 12 años”. Explicaba el ex presidente “los Países no-Anexo I rechazan revisar esta categorización. De esta manera, se niegan a que ciertos países en vías de desarrollo queden fuera de esta categoría y que, por lo tanto, se vean obligados a reducir sus emisiones de dióxido de carbono. China es uno de estos países.

Estos tres gigantes (¿emergentes?) lideran la representatividad de otros países con los que ya nada o poco comparten en lo referente a niveles de contaminación ambiental. Con anterioridad a Copenhague se reunieron para uniformizar posturas en un intento de unidad que se vería debilitado durante la conferencia, o al menos cuestionado, por aquello que ya no es una unión natural. La contribución económica al fondo para los países menos desarrollados, iniciada por los compromisos europeos, a la que aspiraban muchos países pertenecientes al denominado G77, sería la herramienta de Estados Unidos para cuestionar la postura China. El país norteamericano ofrecía importantes sumas a cambio de una mayor transparencia del país asiático, trasladándole la presión y amenazando la unidad de un grupo donde la mayoría ambiciona unos fondos que pueden estar comprometidos por la postura de alguno de los propios componentes del grupo. Transparencia, ademas, solicitada también por los países europeos donde algunas voces reclaman el mismo seguimiento estricto al que se somete la UE en la evaluación de sus niveles de contaminación ambiental (insinuando que otras cifras estarían sobre la mesa si algunos países no hiciesen sus informes cuando y como les conviene...)

Y es aquí donde la delegación brasileña, faraónicamente presente en la conferencia, intenta mantener: por un lado su “representación de los más pobres”; y por otro el diálogo con los “menos pobres de los más pobres” para evitar una ruptura.

La fuerza política de Brasil está en la polarización entre ricos contaminadores y probres no cantaminadores, pero... ¿cómo mantener la representatividad de un grupo perteneciendo al contrario? Cierto populismo político de algunos aliados (“si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado” gritaba un dirigente latinoamericano) ayuda facilmente a esa polarización, al mismo tiempo que la comprometen los excesos de China. La llave está en encaminar al aliado asiático y mantener el escudo africano de los más pobres para hacer más dinero y hacer la mayor caja posible.