V Día

Carga eres y en carga te convertirás. Las intensas y estrictas comidas de más de tres platos, acompañadas por ciertas hostilidades de la más alta jerarquía de la tripulación, se asemejan al cuento de Hansel y Gretel. Mucho engorde, poca movilidad y quién sabe qué destino.

Los primeros roces de la convivencia empiezan a aflorar tras la emoción inicial. Al intento de todos por tener la fiesta en paz, y al buen ambiente creado entre los pasajeros, no les acompaña la misma predisposición de algunos de los profesionales de a bordo, convencidos de que el barco es un carguero y nada se puede reclamar, ni esperar. En cualquier caso, esperamos bajar en el próximo puerto para comprar alguna silla portátil donde descansar en cubierta, pues la compañía no ha previsto ni el número de asientos suficientes para el numero de pasajeros al que vende sus servicios. Con muy poco podría mejorar mucho nuestra situación a bordo, si a una pequeña comodidad exterior le sumasen una información más detallada de las fechas de llegada a los puertos. Nos enteramos por el último mono y a última hora. Lo que ha dejado a más de uno con las ganas de visitar la injusta ciudad olímpica. El acceso al puente está vetado y la sala de máquinas aguarda a que lleguemos al Atlántico para poder ser visitada. En zona de costa sólo nos queda observar las maniobras de los barcos remolcadores, “aparcando” una mole de estas dimensiones.