Resumen Brasil Conclusión

"Lo traigo lleno de flores para ponerlo bajo tus plantas..."

Lo traigo lleno de mierda para secarla bajo tu cielo. Porque el estiercol seco se esparce y vuela. Que traigo el corazón lleno de mierda húmeda, pesada y apestosa.

Sobre los cimientos de casi todas mis convicciones he visto levantarse un basurero informe, de bolsas de plástico, metal oxidado y aceite negro.

De donde vengo he visto que la empatía con otros pueblos del otro lado del charco es una farsa de sonrisas de vendedor de mercadillo: el que casi te abraza para que pases por su caja y si no lo haces te echará la maldición en cuanto le des la espalda. He visto que Europa es un pasaporte, sus habitantes un contacto interesado para escalas de un posible viaje y su descendencia una sangre azul de la que presumir. La amistad con un europeo no es más valiosa que un bien de consumo cualquiera con el que presentarse en sociedad.

¿Que no? Llegado el caso, toda la simpatía será engullida por un nacionalismo feroz, lleno de resentimiento, que en una situación límite sentenciará a garrotazos al diferente de la forma más primitiva: sordo a cualquier argumentación e inamovible en su ignorancia. A la mínima contradicción surgirá el seguidor fanático de biblias ideológicas (que mal entiende y poco que le importa), mientras esparce palos de ciego con una venda en los ojos, toque a quien toque, dé a quien dé, caiga quien caiga.

He visto que no es verdad el discurso de otras felicidades, sino la misma infelicidad disfrazada de una hipocresía, que no por natural es menos falsa. No por aceptada como forma de comunicación social, ese trato entre superlativos y miles de amores, se sobrepone a las bajezas, a las simplezas, a las pequeñeces, a las envidias, a los sufrimientos y a las puñaladas del día a día. Los europeos no somos seres amargados en profundas reflexiones que no saben disfrutar de los placeres de la vida ligera y alegre que se practica al otro lado del charco. No. No hay al menos más amargura que la de un mundo sumido en el abanico más amplio de todos los complejos. No, no está más apretado el corsé.

He visto también desmoronarse otra de mis máximas vitales, la del recelo y el cuidado con la generalización. Pues si bien se me puede reprochar que la lista de acusaciones hasta ahora citadas puede hallarse también en mi tierra y varía siempre de unos casos a otros, hay una característica universal practicada más allá de toda religión al otro lado del charco: el mundo de la apariencia. Que no es que tuviera que cruzar el Atlántico para descubrirlo, insisto, pero son las dimensiones alcanzadas, esparcidas por todos estratos, clases, razas, sexos, creencias y educaciones, las que hacen que este imperio del aparentar esté presente en el más mínimo detalle de la más mínima conversación del caso más seleccionado sometido a prueba. El reino absoluto de la construcción de identidades y proyecciones sociales a la fuerza es más ley que las matemáticas en este mundo de especialistas de la imagen, publicistas de la vida.


De los entresijos de nuestra historia, de la construcción de nuestro progreso y de nuestra creación cultural, a nadie le importa el cómo ni el por qué, sino el cuánto. Cuanto de antiguo tienen nuestros castillos, cuánto el aforo de nuestros estadios de fútbol, cuánto de caros los escaparates de nuestras tiendas más concurridas y cuántas posibilidades hay de colarme en la fila del bus, por eso de que esas gentes tienen un extraño código de convivencia, que, no importa el cómo ni el por qué, pero se vuelven apáticas entre sí.

Esta obsesión por lo cuantitativo sólo confirma que la educación y la cultura son estadios posteriores a la economía. Lo que me lleva de regreso a las más clásicas teorías sociológicas, además de las más elitistas. Se me cae también por los suelos cualquier intento moderno de puntualizar los estadios evolutivos de las civilizaciones planteados en la Ilustración. Nada es diferente, sino una imitación barata; nada es nuevo, nada emerge, nada genuino se reivindica; y por desgracia nada es más ilustrativo que el intento de captar, eso sí con muchos flashes, sombras proyectadas sobre oscuras cavernas.

No caigamos en el error de valorar al pobre sólo por su condición de serlo. Con perdon por la barbaridad, pero nuestra herencia marxista nos ha llevado a interesarnos por diversas expresiones culturales sólo por emanar de bolsillos más vacíos. Interesarnos por no decir ensalzar lo que en realidad desconocemos. ¡Me río yo de la crítica al eurocentrismo! Y dice esto quien se desvivió en estudios antropológios de otras formas de existencia humana. Exotismos minoritarios, de romántico encanto sin duda, que no deben confundirse con aplastantes mayorías demograficas cuya exitencia versa en imitar al máximo la conducta occidental. Insito, la conducta no, los logros materiales solamente. Pero una imitación brutal, desalentadora y violenta de quien tiene el rumbo muy perdido, pues sólo quién ha extraviado el norte de esa manera puede detenerse así en los destellos del camino. Eurocentrismo, dicen. Más cuidado habríamos de llevar, si por no mirarnos tanto al ombligo, diésemos por bueno todo lo que nos rodea, eurocentrifugándonos.

Una cosa sí confirmo al menos, de mis vocaciones antropológicas, y es que un estudio de campo que se precie debe prolongarse al menos por un año. Y, lo más importante, someterse al profundo aislamiento con la población nativa. Sólo así, y de ninguna otra forma, se tiene conciencia plena de la urdimbre de una sociedad. No puede haber punto de escape con compatriota aluno ni formas de turismo más o menos elaboradas. Se acabó el viajar por el placer de descubrir otras culturas más allá de la contemplación de los restos históricos de sus civilizaciones. Para conocer otros pueblos y pulsar el verdadero sentir hay que acostarse muchas noches y levantarse muchos días en territorio comanche.

Visto lo visto, sólo aspiro a esparcir este estecolero que llevo dentro del pecho entre las encinas, los olivos y los almendros de mi tierra. Que corra el aire y se lo lleve el viento. Que yo seguiré por el camino verde, eso sí, con gafas de sol, que ya está bien de ir por la vida a ojo descubierto.

Resumo Brasil Conclusão

"Lo traigo lleno de flores como una ofrenda para ponerlo bajo tus plantas..."

Trago-o cheio de lixo para secá-lo sob o teu céu. Porque o esterco seco espálha-se e voa. E eu trago o caração cheio de lixo húmido, pesado e malcheiroso.
Sob os alicerces de quase todas as minhas convicções vi levantar-se um vasadouro cheio de sacos de plastico, metal oxidado e óleo preto.
De alí de onde venho vi a empatia com os povos do outro lado do Atlántico ser uma farsa de sorrisos de vendedor de feira: aquele que assim abraça como amaldiçoa mal se lhe dêm as costas. Vi a Europa ser um passaporte, os seus habitantes um contacto interessado para escalas duma possível viagem, e sua descendência um sangue azul para se gabar. Vi a amisade com um europeu não ser mas valiosa do que um bem de consumo qualquer para apresentações em sociedade.
Não? Chegado o caso, toda a simpatia será engolida por um nacionalismo feroz, cheio de ressentimento, que numa situação limite sentenciará à paulada ao diferente, da forma mais primitiva: surdo a qualquer argumentação e inamovível na sua ignorância. À mínima contradição, surgirá o seguidor fanático de bíblias ideológicas (que mal entende e quer lá saber) dando cacetadas às cegas, batendo a quem bater, calhando a quem calhar.
Vi tambem não ser verdade o discurso de outras felicidades, mas sim a mesma infelicidade disfarçada duma hiprocresia, que não por ser natural é menos falsa. Esse tratamento entre superlativos e milhares de amores, não por ser uma forma aceite de comunicação social, sobrepoe-se às baixeças, simplicidades, invejas, sofrimentos e punhaladas do dia a dia. Os europeus não somos seres amargurados em profundas reflexoes que não sabem disfrutar dos prazeres da vida ligeira e alegre praticada no outro lado do Atlântico. Não. Não há mais amargura que um mundo inmerso no mais amplo leque de todos os complexos.
Vi tambem abater-se outra das minhas máximas convicçoes, o receio e o cuidado com a generalização. Pois, se bem é verdade que a listagem de acusaçoes até agora citadas tambem pode-se encontrar na minha terra e varia sempre de uns casos a outros, há uma carateristica universal praticada para alem de toda religião no outro continente: o mundo da aparência. Insisto, não tive de atravesar o Atlântico para o descubrir, mas são as dimensoes alcançadas, espalhadas por todas as classes, raças, sexos, crenças e educaçoes, as que fazem este imperio do fazer de conta estar presente no mais minimo detalhe da mais mínima conversa do caso mais selecionado submetido à prova. O reino absoluto da construção de identidades e projeçoes sociais é mais lei do que as matemáticas neste mundo de especialistas da imagem, publicistas da vida.
Da nossa historia, da construção do nosso progresso, e da nossa creação cultural, a ninguem lhe interesa nem o como nem o por quê, mas o quanto. Quanto de antigo são os nossos castelos, quantos espetadores cabem nos nossos estadios de futebol, quão caras são as montras das nossas lojas, e quantas as possibilidades há de passar à frente na fileira do autocarro, por esse estranho código de convivência destes europeus que, nao importa o como nem o por quê, mas se tornam apáticos entre si.
Esta obsessão pelo quantitativo só confirma que a educação e a cultura são patamares posteriores à economia. O que me leva de regresso às mais clássicas teorias sociológicas, para alem das mais elitistas. Caíu tambem pelo chão qualquer tentativa moderna de actualizar a evolução das civilizaçoes teorizada na Ilustração . Nada é diferente senão uma imitação barata, nada é novo, nada genuino é reivindicado, e desgraçadamente, nada é mais ilustrativo do que a tentativa de capturar, isso sim com muitos flash, as sombras projectadas sobre obscuras cavernas.
Não devemos cair no erro de valorizar ao pobre só pela sua condição de o ser. E perdão pela osadia, mas a nossa herança marxista nos levou a nos interesar por outras culturas simplesmente por nascer de bolsos mais vazios. Nos interesar, por não dizer exaltar, aquilo que realmente desconhecemos. Riu-me eu das criticas ao eurocentrismo! E diz isto quem se interesou em estudos antropológicos de outras formas de existência humana. Exotismos minoritarios, de romântico encanto sem dúvida, que não devem ser confundidos com as esmagadoras maiorias demográficas cuja existência consiste em imitar ao máximo a conduta ocidental. Insisto, a conduta não, os objetivos materias somente. Mas uma imitação brutal e violenta de quem tem o rumo muito perdido, pois só quem perdeu tanto o norte pode-se deter assim nas miragens do caminho. Eurocentrismo, dizem. Deveríamos ter mais cuidado se, por não andar sempre a olhar o ombigo, aceitássemos tudo o que nos rodeia, eurocentrifugándo-nos.
Ao menos uma coisa confirmo das minhas vocaçoes antropológicas: um estudo de campo sério deve-se prolongar ao menos por um ano. E, o mais importante, submeter-se ao profundo isolamento com a população nativa. Só assim, e de nenhuma outra forma, tem-se consciência plena duma sociedade. Não pode haver contacto com nenhum compatriota nem formas mais ou menos elaboradas de turismo. Acabou-se o viajar pelo prazer de conhecer outras culturas para alem da contemplação dos restos hitóricos das suas civilizaçoes. Para conhecer outros povos, é preciso deitar-se muitas noites e acordar muitas manhãs em território alheio.
Visto o que vi, só pretendo espalhar este lixo que levo dentro do peito pelas azinheiras, oliveiras e amendoeiras da minha terra. Que o vento o leve. Eu seguirei pelo caminho verde, isso sim, com óculos de sol, já chega de ir pela vida a olho nú.