Gatito, gatito

Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando...

Hagamos un ejercicio de memoria. De memoria histórica. Piénsese en una nación que se considere agraviada, por cuyo subsuelo fluya un resentimiento más o menos subterráneo. Súmensele unas ansias de progreso desbocadas unidas a un nacionalismo con delirantes tendencias a considerarse una población de características privilegiadas. Hállense en su sociedad unas marcadas muestras de racismo y una notable segregación social. La guinda del pastel, la de siempre, una religiosidad sin fisuras.

Cualquier historiador vería el potencial destructivo de esta combinación. Y cualquiera de nosotros recordaría con ojos vidriosos y mirada entristecida los múltiples perfiles que ha adoptado esta descripción.

Si algo aprendió la Europa de los mil ejemplos, y el mundo en general, es a caminar, mal que bien, en la senda de evitar el enfrentamiento directo. Parece más o menos aceptado que el progreso se consigue antes con sonrisas falsas en cumbres internacionales que a garrotazos. ¿Pero alguien duda de que nuestra patria hipotética sometida a una situación límite tendría alguna contemplación en pasar por encima de quien fuese... como fuese?

Ahora, a la descripción anterior, atribúyanse unas dimensiones geográficas de proporciones planetarias... Y sígase sin temer al gigante brasileño.

Algunas actitudes de simpatía hacia este gigante (más bien hacia el cíclope del sólo ojo y las cien orejeras) recuerdan a esas personas que se encariñan con las crías de los grandes felinos salvajes y las mantienen como mascotas hasta que les dan el primer (o el último) zarpazo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir llamándole gatito?

Fantasía

Una vedette española por todos muy conocida del uno al otro confín cantó en una ocasión (http://www.youtube.com/watch?v=1xS0Rp-WXiM):

Fantasía que he vivido ilusionada como en un cuento de hadas, fabuloso.
Fantasía, de un mundo maravillooooooso.
Todo lo que he visto, qué bonito es, antes lo soñaba y ahora lo encontré...

Obviamente, esa vedette, de otros éxitos mucho más sonados, tuvo que venirse al Brasil para grabar a ritmo de samba semejante producción, que si alguien se toma la molestia de escuchar suena a la mayor cursildada que haya podido hallar en mucho tiempo. O, por decirlo más elegantemente, ha soportado peor el paso del tiempo que otros éxitos que hicieron universal a esta artista.

Lo sucedido con las candidaturas olímpicas para el año 2016 en las que competían Rio de Janeiro, Chicago, Tokio y Madrid, fue un terrible suceso que revela a la perfección el mundo de fantasía en que vive el pueblo brasileño.

Pero lo relevante de esta historia no son todas las alegaciones que pudiera hacer un despechado perdedor. No es la injusta decisión que lleva a que en una competición no gane el mejor. No es que el comité olímpico tenga una lista detallada de criterios y se pasee por las ciudades levantando acta. No es que dichos criterios no sean percepciones subjetivas sino puntos concretos de seguridad, infraestructura, oferta hotelera, transportes y un largo etcétera con el que el comité olímpico lee la cartilla en cada visita. Y por lo que, desde luego, Rio de Janeiro no ocupa el mejor puesto de los cuatro.

No es que eso no sea un hecho objetivo. Que esas eran las reglas del juego, también era un hecho objetivo. Como lo es que el criterio geográfico ha primado sobre todos los demás. Un criterio geográfico, por cierto, que debería impedir a Brasil ganar una copa del mundo hasta que no hubiese al menos un pais en cada continente cinco veces vencedor. Pues, la mejor selección puede llegar a la final, pero no puede ganarla. Esta es la lección. Y este sería el único lenguaje que entendiese el pueblo brasileño, al que sólo se le podría explicar haciendo una similitud de evaluación entre tres futbolistas profesionales y un amateur: El hecho de incluir a alguien de nivel tan descaradamente bajo, demuestra ya de por sí, la intención de que gane a priori.

Que primó un criterio geográfico, y que lo hizo de forma exclusiva sobre todos los demás, no es lo relevante. Hay quien, con todo, se satisface por ello. Porque Rio, va a hacer, y necesita que sea hecho, y va a hacer, y cuando se haga, y va a quedar... y la región... Hay quien alega que una competición no se gana por el "vamos a tener". Cualquiera "puede tener", sino que se compite por el "tengo" o no "tengo" más que tu. Y que para ayudar a regiones se cancelan deudas externas o se mandan unas cuantas ONGs.

Pero todo lo dicho, no es lo relevante. Se puede o no estar de acuerdo con el criterio geográfico. No es eso. Lo escandaloso y lo que nadie desconfía es que aquí ¡lo dudan! Creen verdaderamente que la victoria se debió a las condiciones de la ciudad y al discurso de su presidente. Su mundo de fantasía y amor propio alcanza unas proporciones tan insospechadas que de verdad piensan que una ciudad como Rio de Janeiro puede competir con las demás y se sorprenden con los ojos abiertos cuando alguien les sugiere que ha sido una decisión político-geográfica tomada a priori.

Piensan de veras que Rio es la ciudad más maravillosa del mundo (por supuesto los que no la conocen, que son los más, también proyectan esta fantasía). Y con estas osan llamar soberbios a los europeos y a todo el que se les ponga por delante en un delirio colectivo que está por ver hasta dónde puede llegar si se le sigue alimentando.

Terminaba la canción de nuestra vedette:
Fantasia. Fan - ta - sía sólo.