Primeras impresiones IV

Después de tres días caminando entre rascacielos ya me había acostumbrado a ellos y empezaba a notar los matices estéticos entre unos y otros. Al final se encuentra la belleza en todas partas, me decía, y yo acababa de hallarla en mis movimientos de cuello hacia arriba. Decidí coleccionar fotografías de estas creaciones arquitectónicas desnucadoras y hallé un verdadero entretenimiento en mis paseos.

Me había topado ya con mis primeras necesidades, aquellas que me harían pedir un envío a mi país de origen y esperar con ansiedad el paquete remontándome a siglos anteriores de encargos a la metrópoli. Y no es que Sao Paulo no fuera en el siglo XXI una gran metrópoli, es que había decidido suprimir los desodorentes clásicos y sucumbir al falso progreso de los "antitranspirantes", variedad que que había salido al mercado con posterioridad. Se trataba de un producto que impedía la sudoración y del que después se comprobaría su relación con el cáncer de mama y demás dificultades derivadas de someter al cuerpo a una disciplina antinatural.

No, Sao Paulo estaba a la última. Aunque yo tuviera que encargar una caja llena de desodorantes a Europa, Sao paulo no era un pueblo atrasado y maloliento. Tanto así que la farmacéutica me había dicho que hasta los desodorantes infantiles eran antitranspirantes y que me iba a ser muy difícil encontrar uno que no lo fuera. ¿Los desodorantes infantiles? No sabía si me sorprendía más descubrir que existían estos ungüentos para menores o si me aterraba la idea de aplicar este veneno a las criaturas.

La farmacéutica observó mi desconcierto entretenida pero indiferente. O mejor que farmacéutica debiera decir la dependienta de la "droga raya", que así se llamaban estos establecimientos. Y no es de extrañar teniendo en cuenta lo insano de sus productos. 













Pero no dejaba de sorprender, la primera impresión era que la legalización de todo tipo de estupefacientes ya había llegado a Brasil... ¡y de qué manera se había institucionalizado!