Contando los días I

Pasaba los días actualizándome con América Latina. Me había configurado mis herramientas informáticas para amanecer directamente con noticias de ese continente. Husmeaba también en los comentarios de los lectores y sólo hallaba argentinos y mexicanos odiando a sus conquistadores. Me empezaba a indigestar un poco tanto resentimiento. Claro que yo iba a Brasil. Pero mi doble nacionalidad española y portuguesa seguía siendo una bomba en estos parajes.

Ya había experimentado en mis carnes el rechazo constante. Las bromas, las burlas, las ironías, a veces hasta el insulto (pero siempre, siempre la admiración contenida). Me odiaban en Portugal por la parte española, en América por lo mismo; y por nacer en el centro de la península, los de la periferia de mi propio país. Sólo me quedaba por descubrir la reacción de los brasileños como representante de su antigua colonia. Yo sospechaba, y deseaba profundamente que fuera un caso distinto, porque no iba acompañado de sentimiento de inferioridad como en los anteriores. Brasil no tenía ningún complejo con Portugal. Pero quedaba por ver cómo funcionaba el factor "Europa".

Mientras tanto los Ministerios se dedicaban a mandarme cartas que no necesitaba. El de Trabajo y Asuntos Sociales me enviaba el resumen de mi vida laboral actualizado. Viendo aquella lista delante de mis manos nadie dudaba de que había que hacer las américas. Por muy malo que fuese el resultado seguro que superaba a la maquila, el telepizza, el puesto de golosinas y demás ocupaciones similares. Por descontado que en esos casos el mileurismo era un sueño.