Dificultades II

Y es que me dejo llevar
de dulces palabritas de amor
y luego que me dejan plantá
me dicen con salero, perdón,
que de lo dicho no hay ná.

De lo dicho no hay ná. El día que decidí llamar a mis crónicas "la becaria inocente" debió invadirme una premonición sobrenatural. Ya no era una becaria que sufría ingenua los azotes de una cultura diferente, sino que era muy inocente por pensar siquiera en ser becaria. 

De lo dicho no hay ná. Dijo mi universidad a la semana de mi llegada, cancelando mi curso y forzándome a un cambio de posgrado, indiferente a la vinculación estricta ente mi beca y el curso original.

Yo me deshacía removiendo mar y tierra para que mi país, el financiador al fin, aceptara el cambio. Pasaba los días pendiente de la correspondencia, persiguiendo a los responsables de la universidad que escurrían el bulto de unos departamentos a otros sonriendo mucho y dándome palmaditas en la espalda sin ofrecer soluciones.

Incluso habían tenido un primer impulso inicial de culparme de una situación que en realidad habían creado ellos con falsas informaciones. Un problema de comunicación interno que habían pretendido disimular a una becaria inocente, joven y desorientada, a la que aplicar la fórmula de la jerarquía académica, del profesor frente al alumno, del adulto con el nóbel, y de mucha, mucha habilidad en la distancia corta.

"Los argentinos son difíciles de convencer" me había dicho una profesora en una conversación coloquial sobre sus vecinos. Queriendo decir en realidad "son difíciles de engañar", aludiendo a que las técnicas del trato personal no funcionaban con ellos. Pues no sabes los españoles, pensaba yo, cada vez más nacionalista que la bata de cola. 

Había montado la de dios, había escrito a todas las instancias quejándome de la falta de seriedad de una universidad (de un país) que quería abrirse al mundo sin profesionalizar su trato con ese universo al que esperaba con los brazos abiertos... y con los deberes sin hacer. Pero, aunque movía mar y tierra,  me veía con un pié de regreso a mi país. Y el otro...en el aire. 

O bailarico saloio nao tem nada que saber, é andar com um pé no ar, e outro no chao a bater. Seguiría batiéndome por mi permanencia en tercera división.