El ruedo de las equivocaciones y de la sangre

Bajemos al ruedo de las equivocaciones... pero también de la sangre.
El mundo latinoamericano que con tanta facilidad nos acusa y nos reprocha... mientras se mira en nuestro espejo. Me recuerda a un antiguo cuplé:

"Ya sé que vas diciendo que soy mala, que alma tengo negra, muy negra. Que soy interesada y pretenciosa, que de orgullosa no cabe más. Ya sé por qué de mí vas así hablando y es que el despecho te está matando... de no ver tu pasión correspondida. Y eso en la vida, lo has de lograr...."

Se nos acusa de superioridad, de soberbia. Y mientras, sonreímos con condescendencia.

El primer escalón de bajada es el de las generalizaciones.
El segundo, el de las valoraciones.
El tercero el la coherencia en todo tipo de conversaciones y argumentaciones.
Sin olvidar el de la estética, el de la belleza (que entre subjetiva e inexistente hay un trecho).
El de la autocrítica es un escalón bastante alto, de estos que desencajan la rodilla. Ése que nos hace dudar sobre nuestro modelo de vida, nuestra verdadera realización y concede el beneficio de la duda a otras expresiones.. y relajamientos. Ay siempre la duda que tanto nos engrandece y debilita.

Pues bien, bajemos la escalera en nuestro anhelo de igualdad (otro escalón de bajada) y enfrentemos cara a cara, sin tufos de superioridad paternalistas y condescendientes. Bajemos al ruedo de las equivocaciones... pero también de la sangre. Generalicemos, pues. Seamos un nosotros y un ustedes. Generalicemos a todo el mundo americano en falto de coherencia y de autocrítica. Valorémoslo en su justa superficialidad. En su despreciable desprecio hacia todo lo que intentan imitar. No se vistan a la europea, ni vengan a ver nuestras posesiones. No se hagan fotos al lado de nuestros castillos ni reliquias medievales. Para ser como nosotros, son otras actitudes las que priman.
En la búsqueda de la universalidad nos inventamos el relativismo... para no equivocarnos nunca. Lo que en realidad corresponde a unos valores supremos: el criterio y la rigurosidad. Algo de lo que están a años luz. En su todo vale y en su relajar de cualquier tipo de forma amparado en un felicidad. Falsa, pura careta de un mundo de apariencias e incompetencias.
Se nos acusa de superioridad. ¿Quieren igualdad? Ahí queda este ejercicio de sinceridad. Esto es lo que un europeo visceral como ustedes debería decirles a la cara cada vez que soporta su rechazo.

Y terminaba el clupé: "Agua que no has de beber, déjala correr. Déjala...déjala."