¿A dónde está el orgullo, a dónde está el coraje?

No tenemos nada que hacer en Latinoamérica. Sólo negocios. Llevémonos todo el dinero que podamos a la chita callando, mientras se pueda, y olvidémonos de las actitudes de hermandad.

Colonizamos una vez y ahora colonizamos una segunda cuando nuestras empresas se expanden por las antiguas posesiones. Poseemos, disimuladamente. Sonreímos a todas las acusaciones y empleamos toda nuestra diplomacia para evitar el enfrentamiento mientras les chupamos la sangre.

Y en estas, nuestra masa social del mojito, el tequila y la caipirinha, profesa una pasión sanguínea mientras baila salsa y merengue. Y en unos anhelos de igualdad (no correspondidos dicho sea de paso) les juramos amor eterno mientras nos damos latigazos, si necesario, emulando una de nuestras más célebres fiestas nacionales.


Si somos unos superficiales: apasionados ingenuos, en el mejor de los casos; hipócritas ricos de los que sonríen con desdén desde las alturas, puestos a hacer un ejercicio de disecación sincera... Si hemos de ser, ¡seamos! Con todas las consecuencias.

Pero salgamos del armario de los tópicos. Seamos "los españoles". Seamos nuestra leyenda negra y el cuchillo de Mérimée. Que nos hierva la sangre. Hagamos todo lo que se nos presupone. ¡A la cara! ¿Dónde está ese carácter? ¿A dónde está el orgullo, a dónde está el coraje?