¿Dónde está la hermandad?

Dos no se pelean si uno no quiere... Y dos no se quieren si uno se empeña en pelearse. No hay hermandad posible.
No nos tratan con más simpatía que con la que miran a un rico: envidian, temen, y si pueden se aprovechan de él.
Ni con más educación que el que sonríe por delante y critica por detrás.
Num bairro que eu cá sei, fora de portas, comiam-nos os fígados.
No nos critican con más coherencia que la del odio resentido.
Y si alguna vez nos profesan algún tipo de amor, será el que les salga de su felicidad cotidiana. Nunca aquel cuajado en concesiones, dolores y respetos.
Estamos tan lejos de su corazón como ellos mismos de su propia historia.
Tan reprochable es nuestra ingenuidad hacia otras civilizaciones actuales como hacia esta realidad.

¡Sea pues! Dejemos de esforzarnos. Y saquemos ese orgullo que tanto les sirve para rechazarnos. Si es así como quieren relacionarse, si hemos de ser tan malos, seámoslo. Tratémonos por el puro interés, nada de hermandades. Eseñémosles cómo también sabemos sonreír con el puñal en la liga. Sólo negocios. El día en que me vaya no volveré a este continente más que como yupi de una multinacional explotadora.