Casi me engullen las arenas de un manglar de aquello que yo creí una inocente playa donde dar los últimos pasos en tierra antes de iniciar la definitiva travesía trsatlántica. Y tanto que pudieron ser últimos los pasos, y tanto que pudo ser el viaje definitivo, que perdí hasta el calzado y hube de regresar al barco a pié descubierto y enlodado. Hasta la tierra intenta subyugarme para que no abandone por siempre jamás estos parajes, en esta maRdiSión, que ya parece un gastigo gitano.